A la hora de controlarse con las comidas, no todo es cuestión de fuerza de voluntad. Un grupo de investigadores italianos se dedicó a estudiar este tema y ha encontrado que podrían existir motivos fisiológicos que nos llevan a comer en exceso, aun cuando estemos satisfechos. En este artículo te contamos más detalles sobre este hallazgo.
No importa si son dulces, chocolates o bocadillos de crema, ya sean dos o diez, si Guadalupe los tiene al alcance de la vista no puede dejar de comerse todos, aún luego de una cena abundante que la ha dejado satisfecha. A Pablo le pasa algo similar, pero con los bocadillos salados. En general, luego del almuerzo, cuando todos están por servirse el postre, él no puede resistirse y, si es posible, vuelve a repetir el menú principal.
Todos tenemos alimentos preferidos que nos hacen perder la cabeza y ponen en riesgo nuestra dieta. Tanto, que hasta es posible que ni necesites pensar en cuáles son los que siempre se te apetecen, porque sólo basta con pensar en algo sabroso para que te vengan a la cabeza. Y si pudieras comerlos, la tentación sería tan fuerte que no importaría que tuvieras el estómago vacío o lleno. ¿Por qué ocurre eso y por qué comemos en exceso, incluso cuando estamos satisfechos?
Un grupo de investigadores italianos se hizo esta pregunta y se dedicó a investigar la respuesta. Para ello hicieron un pequeño estudio que consideran preliminar (pues sólo consideraron a ocho participantes) pero que ofrece un nuevo punto de vista sobre este tema: independientemente de qué tan “llena” se sienta una persona, si se le atrae con alimentos sabrosos, parecería que el cuerpo está programado para recompensarse comiendo de más.
Lo novedoso es, además, que no solo se trataría de una cuestión de fuerza de voluntad ni de una necesidad “calórica”, sino que habría factores físicos que intervienen en esta decisión. Por ejemplo, ante la tentación, los científicos detectaron un aumento en los niveles de dos compuestos químicos claves: la grelina, una hormona producida en el estómago que ayuda a regular la recompensa y la motivación, y el denominado “2-AG” (2-araquidonilglicerol), que se relaciona con el apetito.
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