En Colombia y otros lugares del mundo estamos adportas de celebrar una vez más el Día del Padre, fecha que debemos utilizar para agradecer a la naturaleza el habernos dado como progenitor a ese ser maravilloso que nos permitió ver la luz del sol, la oscuridad de la noche y los matices del arco iris.
Sin embago, por desgracia, no todos los padres del mundo tienen el sentido de responsabilidad ni rebosan de felicidad o amor por sus hijos, motivo por el cual estas líneas no están dedicadas a ellos. Están dedicadas de manera exclusiva a los padres que son modelo de rectitud, amor, pujanza, civilidad, cariño, buen genio, imaginación, pero sobre todo, que lleven consigo el sentido de tolerancia y juego que sirvan de paradigma a los niños que seguramente ven en él un modelo a seguir.
El día del padre debe ser tomado como una oportunidad para la reflexión profunda. Esa fecha no necesariamente debe ser una dinámica comercial para adquirir el regalo más fino o costoso, no, debe ser una ocasión para preguntarse ¿realmente soy un ejemplo a seguir para mis hijos? ¿he hecho todo lo que esté a mi alcance para educarlos de la mejor manera? ¿se deben sentir orgullosos de mí? ¿soy su verdadero paradigma? ¿merezco su amor y confianza? ¿merezco su respeto? ¿violo sus derechos?
Estas preguntas, entre muchas otras, las debemos responder teniendo como única interlocutora válida a nuestra propia conciencia, esa esencia intangible a la que no podremos mentir ni engañar, como seguramente lo han hecho muchos hombres con sus hijos, esos hijos que, más temprano que tarde, le tenderán la mano para levantarse cuando las dificultades de la edad caigan como yunques sobre sus espaldas.
Para que este monólogo no se torne aburrido y parezca pueril, aquí les dejo este video con una música que hace tradición en esta época y que es propicia para que la escuchen tanto chicos como grandes.
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