Cuando las cosas no andan bien existe una tendencia en general de tratar de encontrar culpables, victimarios, cómplices o jueces, todo con tal de no querer trabajar en uno mismo. Son muy pocas las veces que se toma el valor para aceptar la responsabilidad y confrontar sus propios problemas.
Además, gracias a la época moderna donde la recompensa es casi inmediata, las respuestas automáticas y la paciencia poca, se ha logrado percibir las relaciones personales como relaciones desechables o pasajeras.
Rosita hoy en día es una mujer alegre, hábil y exitosa en su trabajo. Su esposo Fabián tiene un buen trabajo. Rosita y Fabián se tienen cariño, y tienen grandes sueños juntos. Fácil contar el final de un principio feliz. ¿Pero como comenzó esta historia?
Rosita, a punto de perder todo, al querer divorciarse, deprimida, con poca autoestima, pidió apoyo a su padre, un hombre muy rico e inteligente. Su padre le negó la ayuda y le quito todo el apoyo económico que en algún momento tenia. Sin mayor explicación, le dijo a su querida hija: “Para divorciarte y deshacer tu familia necesitas ser autosuficiente y responsable” ¡aprende a trabajar a mantenerte y después haz lo que quieras!
Así fue ella busco trabajo, estaba convencida de que ya no podía seguir viviendo en esas condiciones ¡Qué sorpresa tan grande se llevó Rosita cuando comenzó a trabajar! Descubrió que ella era capaz, no era ninguna tonta ni tampoco una inútil como su marido le había hecho sentir. Por el contrario, era una mujer extremadamente hábil en las ventas, agradable y muy trabajadora que en poco tiempo logró acrecentar las ventas de la compañía y la promocionaron a socia de la empresa. Ella aprendió a valorarse y a respetarse. Cambió su forma de relacionarse con la gente y su arreglo personal. Se convirtió en una mujer asertiva, independiente y realizada.
Su marido, sus hijos y todos los que la conocían cambiaron la manera de verla. Se hacía respetar, sin reclamar ni culpar, sabía lo capaz que ella era.
El ejemplo de Rosita fue tan grande que sin querer, logro encontrar a la mujer que había perdido mucho tiempo atrás, pudo recuperar el respeto, sobretodo, afirmar sus valores como persona, mujer y madre. Rosita no se tuvo que divorciar, el problema no era la falta de trabajo o la incompetencia, sino la poca responsabilidad y falte de estima que sentía. Rosita con una nueva actitud pudo salvarse a si misma y al mismo tiempo conservar su matrimonio.
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